
A la sombra de un recuerdo sin alas,
perdida en la insolación de la noche.
En este camino de calles no asfaltadas,
se va perdiendo mi calma en el derroche.
Y miro, veo una realidad irreflejada
una negrura empapando mis pupilas;
un sueño desbastado, hecho casi trizas
y el corazón con su puerta desdentada.
Al compás de la monotonía de la vida
que se vuelve cada vez más amarga,
el insulso destino que viene y embarga
y las nubes que sólo socavan la salida.
Estoy varada en aquel puerto del desierto
donde queda madera sobre el mar de arena,
y los rastros “desvenjecidos” de sueños muertos
y de aquellas ilusiones que fueron tan ajenas.
Contemplo, observo transcurrir esta tristeza
que gira despiadada y abyecta a mi alrededor,
consumiendo en llamas mi ineficaz entereza
produciendo los latidos de mi sangrante corazón.
perdida en la insolación de la noche.
En este camino de calles no asfaltadas,
se va perdiendo mi calma en el derroche.
Y miro, veo una realidad irreflejada
una negrura empapando mis pupilas;
un sueño desbastado, hecho casi trizas
y el corazón con su puerta desdentada.
Al compás de la monotonía de la vida
que se vuelve cada vez más amarga,
el insulso destino que viene y embarga
y las nubes que sólo socavan la salida.
Estoy varada en aquel puerto del desierto
donde queda madera sobre el mar de arena,
y los rastros “desvenjecidos” de sueños muertos
y de aquellas ilusiones que fueron tan ajenas.
Contemplo, observo transcurrir esta tristeza
que gira despiadada y abyecta a mi alrededor,
consumiendo en llamas mi ineficaz entereza
produciendo los latidos de mi sangrante corazón.
Natalia Ruth Espinosa